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Editorial

Recuperación económica y energías renovables

Tito E. Diaz M. PhD

Director Ejecutivo Fundación Parque de las Energías

Las energías renovables juegan un rol fundamental en la recuperación económica y la transformación del sector productivo en una economía de bajo carbono. Además de los beneficios que aportan las energías renovables al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, fortalecen la seguridad energética, generan empleo, y reducen la dependencia de combustibles fósiles. Según el Foro Económico Mundial en 2019, las ciudades generan casi dos tercios de las emisiones de dióxido de carbono que están causando la crisis climática global, albergan más de la mitad de la población, consumen más del 78% de la energía primaria a nivel mundial y contribuyen con 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

En este escenario de cambio climático acelerado, se reduce el potencial de producción de energía hidroeléctrica y se necesitan acciones simultáneas en varios frentes. En primer lugar, es necesario producir más energía a partir de fuentes renovables no convencionales (energía solar fotovoltaica, eólica, biomasa, geotérmica) aumentando su participación en la matriz energética nacional. En segundo lugar, es urgente ampliar la movilidad eléctrica tanto en transporte público como particular. En tercer lugar, se requiere desarrollar e implementar las innovaciones tecnológicas apropiadas para que fábricas, edificios públicos y hogares, al igual que los sectores agrícola e industrial sean energéticamente más eficientes. Finalmente, pero no menos importante, es necesario desarrollar estrategias de educación, capacitación y sensibilización pública sobre la importancia de las energías renovables, la mitigación de emisiones y la adaptación al cambio climático en todos los sectores de la economía y la sociedad, y concientizar a empresarios y a la población en general sobre la urgencia de proteger las fuentes hídricas y mejorar la eficiencia energética.

Impulsar las energías renovables es además fundamental para generar empleo en esta época de crisis donde tantos colombianos perdieron su empleo. Por cada millón de pesos que se invierta en la cadena de valor de las energías renovables se generaría tres veces más empleo que si ese millón se invirtiera en energías fósiles. La energía solar fotovoltaica puede ayudar a superar el problema que enfrentan muchas regiones del país durante las épocas secas en las que la energía hidroeléctrica disminuye. Es muy interesante notar que en los países desarrollados en los que hay niveles elevados de penetración de la red eléctrica incluso en las áreas rurales, las tecnologías de energía renovable, incluyendo energía solar y biogás, son promovidas por los gobiernos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, minimizar el impacto medioambiental, reducir los subsidios a la energía y mejorar la competitividad en el sector agropecuario.

El sector agrícola es un gran consumidor de energía, consumo que representa un porcentaje importante de los costos de producción y es responsable del 22% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero. La energía se utiliza en el campo para mover maquinaria y equipo para extraer, bombear, elevar, recolectar y tratar el agua; para laborar la tierra y para procesar, envasar, conservar, transportar y distribuir los alimentos. El uso de energía solar o de biogás en el sector rural puede tener un doble impacto positivo, por un lado, reducir los costos de producción y, por el otro, contribuir a la mitigación de los gases de efecto invernadero en la producción de alimentos.

El sector agrícola, sin embargo, podría producir gran parte de la energía que consume. Los residuos agrícolas pueden convertirse en materia prima para sistemas de energía limpia, aumentando el acceso a la energía y creando economías circulares dentro de las explotaciones agropecuarias. Así mismo, la instalación de tecnologías simples como biodigestores para la producción de biogás a partir del estiércol del ganado bovino o porcino y algunos residuos de cocina, puede remplazar el uso de electricidad o gas propano para cocinar y generar además un fertilizante orgánico para los cultivos como subproducto de la fermentación. Esta es una opción muy importante para pequeños productores en zonas rurales donde aún no hay acceso a la red eléctrica o donde se presentan frecuentes cortes de energía eléctrica. El uso de estos biodigestores, cuyos costos se han reducido enormemente en los últimos años, permitiría eliminar el consumo de leña para cocinar en las zonas rurales y de esta manera se evitaría parte de la deforestación, además, se reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero. Según datos del Ministerio de Minas y Energía en el año 2019, en Colombia existían más de 2 millones y medio de hogares rurales que cocinan con leña. El impacto de la sustitución de leña por biogás sería enorme en términos sociales, ambientales y económicos. Por ejemplo, una familia rural de cinco personas que cocina con leña consume aproximadamente 13 kilos de leña diariamente o 5 toneladas de leña al año, si esta familia instalara un biodigestor para producir el gas necesario para cocinar, no tendría que tumbar árboles para leña, evitaría la emisión anual de 6 toneladas de dióxido de carbono y, además, podría generar 3,7 toneladas de fertilizante orgánico al año, lo cual representa un ingreso muy importante para los pequeños agricultores y las familias más pobres del campo.

La energía solar fotovoltaica también podría reducir los costos de energía eléctrica utilizada en los hogares rurales para alumbrado y refrigeración, sustituir el uso del diesel utilizado en generadores y sistemas de bombeo de agua para consumo o riego, evitar las grandes pérdidas de alimentos y, además, facilitar el acceso a internet en zonas rurales no conectadas a la red eléctrica. Los precios de los paneles solares y los acumuladores fotovoltaicos se han reducido considerablemente en los últimos cinco años. Una política de estímulo para el uso de energías renovables no convencionales en el sector rural permitiría que los agricultores y las agroindustrias pudieran convertirse en productores de energía para sus necesidades y eventualmente vender el exceso de energía a la red, aumentando la rentabilidad de la producción agropecuaria y mejorando la calidad de vida de los habitantes del campo. Así mismo, una estrategia para promover el uso de paneles solares en el sector de vivienda urbana podría generar muchos empleos, reducir la contribución de las ciudades al cambio climático y bajar los costos de la factura eléctrica a miles de familias.


Por su alto impacto económico, ambiental y social la producción y uso de energías renovables en los sectores rurales y urbanos deberían ser una prioridad en cualquier programa de reactivación económica a nivel departamental o municipal.

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